MURIÓ EL MÉDICO, EL ESCRITOR, EL PAJARITO
Por René Alberto Contreras.
A mediados de la
década de los años 50 del siglo XX en la escuela “15 de septiembre”, del barrio
Analco, de Zacatecoluca, durante los actos culturales que promovían los
docentes se hizo costumbre que el niño Reyes Gilberto Arévalo Rico subiera al
escenario para que declamara El Nido, de
Alfredo Espino.
“Es porque un
pajarito de la montaña ha hecho, en el hueco de un árbol su nido matinal”,
decía Rey y más adelante citaba “…Si el dulce pajarito por el hueco asoma para
beber rocío…”. Sus compañeros, igual que lo acostumbramos los viroleños, no
perdieron la oportunidad para bautizarlo:
“Pajarito”.
Tal versión fue
mencionada por el Lic. Cruz Donely Henríquez la noche del 25 de noviembre del
2011 en el Colegio Médico, en San Salvador, cuando el doctor presentó su última
obra literaria “El caballo que lloraba sin lagrimas”.
Reyes Gilberto
Arévalo en 1960 se incorporó al grupo scout que se creó en la iglesia
parroquial a cargo del sacerdote italiano Rufino Bugitti. Para el trabajo con
estos niños y jóvenes designó a su paisano, el padre Sixto Gozzi.
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Arévalo de Boy Scout. (1961) |
Con los scouts
Reyes mantuvo una intensa actividad viajando a campamentos y excursiones que se
realizaban en la cima del volcán Chichontepec, el cerro del Rosario, el río
Jiboa, el Boquerón, La Palma y tantos otros lugares.
Por esos mismos
años nació en Gilberto su amor por la que fuera la esposa de toda su vida: Ana
Vilma Molina con quién iban a las procesiones que la iglesia celebraba para
santos o vírgenes adorados por la feligresía viroleña, así como pasaban sus
tiempos en el parque Peña y en el cine Roldán. Compartieron su vida poco más de
50 años.
Reyes Gilberto
nació el 5 de enero de 1949. Después de realizar sus estudios primarios en la
escuela “15 de septiembre”, ingresó al Instituto Nacional José Simeón Cañas
donde obtuvo su bachillerato. Luego pasó a la Universidad de El Salvador (UES)
donde se graduó de médico y fue conociendo a los colegas con los que formaron
su grupo literario.
Era común ver a
Reyes Gilberto con los doctores Melitón Barba, Mauricio Marquina y otros con
los que en sus tertulias hablaban y hablaban de política, literatura, medicina
y otros temas.
Realmente, en el
ambiente salvadoreño resulta extraño ver a profesionales de la medicina que, no
solamente se limitan a practicar su disciplina, sino que van más allá e
incursionan en el arte, en el espíritu, el alma y en la sensibilidad humana de
su pueblo, construyendo, incrementando y dándole amplitud a la cultura.
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Foto en el libro "El Caballo que Lloraba sin Lágrimas" (2011) |
Marquina en el
prólogo del Caballo que lloraba sin lágrimas, escribió: “La temática de la
literatura salvadoreña se ensancha con la visión de los médicos escritores,
surge de la visión de la criatura humana compartiendo sufrimientos, dolores,
pasiones desatadas por la cercanía cotidiana de la muerte. Y donde a veces, se
dan explosiones de felicidad totalmente orgásmicas”.
“Estos médicos
escribidores nos muestran a veces, con lucidez el lado sardónico de nuestra
realidad, que nos produce nuevas enfermedades, nuevas intoxicaciones, a medida
avanzan los niveles de contaminación ambiental”, expuso Marquina, quién fue
también el que hizo la presentación de ese libro.
Arévalo Rico sufrió
las persecuciones que fuerzas represivas lanzaron en la década de los años 70 y
80 contra todo aquel ciudadano que les parecían sospechosos de pensar
diferente, ya no digamos de actuar distinto.
Un día de esa época
algunos de sus colegas del hospital Santa Teresa, de Zacatecoluca, le
advirtieron que estaban por capturarlo y decidieron trasladarlo ese mismo
momento hacia San Salvador. Poco después partió hacia Nicaragua, donde se
mantuvo exiliado por muchos años.
Pero el pajarito
vuelve a su nido y pasados aquellos difíciles momentos retornó a su tierra para
curar a los enfermos especialmente a los niños, para seguirle cantando al amor, a la vida, al
sexo, a las enfermedades, a la pobreza, al sufrimiento y al dolor de aquellos
que no pueden expresar sus ayes.
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Portada de último libro (2011) |
Mauricio Marquina
refirió que “en la narrativa de Arévalo mucho de sus personajes son extraídos
de sus vivencias y se atreve a tocar temáticas que aún se consideran tabúes.
Utiliza el recurso poético en la prosa que nos da en el cuento del ‘Fruto dulce
y cremoso’, como un reflejo de su actitud vital desafiante en el terreno de la
disección y autopsia”.
Arévalo en su
relato Labios Rojos Carmesí hace
referencia a su extrañamiento del país: “En el tiempo de exilio en Nicaragua,
en el pueblo donde vivía se encontraba una pensión de dos habitaciones; ‘La
Rapidita’, fila de parejas esperando entrar, ahí se cumplía a la cabalidad el
dicho: Indio comido al camino”.
En “Poesía
extraviada” escribió: “Del exilio, solo queda una carta recién llegada, rostros
de mujeres de frescor quemante, el consuelo humano y el encanto del sosiego que
da el regreso a la tierra de ofrendas
ancestrales”.
En ese mismo libro
el poeta Alfonso Kijadaurías en enero del 2003 afirmó que “Al hombre solo lo
salvará la inocencia del poeta, del poeta quién aún se asombra de que una llave
pueda abrir una y muchas puertas. Con ese asombro, con esa misma llave, Reyes
Gilberto Arévalo abre los pasadizos secretos de las casas del reino de su
mundo”.
En El caballo que
lloraba sin lágrimas, pajarito alcanzó a cantarle a su hermano el pintor
fallecido el 3 de marzo del 2010.
“Mi hermano-el
pintor. A Miguel Angel Orellana Arévalo. In Memoriam”, en una de sus partes
relató: “Me dirijo al hospital Rosales, mi hermano está ingresado por un
delirio ‘tóxico-urémico’. Acaba de salir de cuidados intensivos y está siendo
tratado en el servicio segundo de medicina”.
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Foto del Libro "Poesía Extraviada" (2007) |
“Su cabeza estaba
inclinada en un respaldo de cuarenta y cinco grados, era evidente que no
pensaba en uno de los cuadros recién pintado por él, donde mujeres de
voluminosos cuerpos desnudos, recordaba la complacencia de los deleites
sensuales”, cantó el pajarito poeta.
El pajarito médico
fue miembro de la Asociación de pediatría de El Salvador, se desempeñó como jefe de consulta externa
del hospital de niños Benjamín Bloom y docente dela Faculta de Medicina, de la
UES.
De su obra Arévalo
dejó además de El caballo que lloraba sin lágrimas, Irremediables obscenidades,
Una manera de morir, Los forajidos del amor, Poesía extraviada, entre otros. En
varias oportunidades fue jurado en los juegos florales de la Casa de la Cultura
de Zacatecoluca, en Quezaltenango, Guatemala y en Soyapango.
En 1973 ganó el
primer premio en los juegos florales de su ciudad natal con el poemario “Del
padre Cañas un monólogo sin historia”. En 1974 obtuvo mención honorífica con el
poemario Una manera de morir. En el 2002 obtuvo el premio único de poesía de la
Facultad de Medicina de la UES.
El médico, el
escritor, el pajarito viroleño falleció la madrugada del domingo 26 de agosto
del 2012 en su casa de Santa Tecla, pero su canto seguirá escuchándose, seguirá
leyéndose, seguirá recordándose por mucho tiempo.
El periodista y
editor de Trazos culturales, de Diario Colatino, Néstor Martínez escribió el 28
de agosto del 2012 un “Réquiem para Reyes Gilberto Arévalo”, en una de sus
partes expresó: “te veo en el ataúd… dos lagrimas ruedan por mis mejías, me
conmueve verte allí… tu esposa desfallece, tu hija llora. Tus parientes
consuelan. Se cierra la tapa del ataúd, recito un haikú en silencio… quejas y
llanto, en tu camino final. Descansa en paz”. (N.R. Haikú: breve poesía
tradicional japonesa).
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