CONSTRUCCIÓN DE MERCADO Y RASTRO PARA ZACATECOLUCA EN 1947

Por René Alberto Contreras
  Un gran paso para para la salubridad y sanidad de los 26,500 habitantes de Zacatecoluca constituyó la construcción del Rastro y el Mercado Municipal Número Uno inaugurados en 1947 donde se alojaron decenas de comerciantes nuevos y otros que venían laborando en la Plaza Mercado situada en el sitio que hoy ocupa el parque José Simeón Cañas.
  El proyecto fue una realidad gracias a un acuerdo que el 29 de febrero de 1944 firmaron los gobiernos de El Salvador y Estados Unidos.
  El contrato lo firmaron el Dr. Manuel Adriano Vilanova, Director General de Sanidad de El Salvador,  Henry W. Van Hovenberg, director del Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública, agencia corporativa del gobierno de Estados Unidos y el alcalde viroleño Daniel Serrano Piche.
  “La Municipalidad de Zacatecoluca ha solicitado del Servicio su ayuda en la construcción de un moderno mercado como complemento a la construcción del rastro”, mencionó el documento. Agregó que “este mercado sustituirá al actual mercado municipal antihigiénico y hará posible el desarrollo de un verdadero beneficio a la salud pública de la ciudad”.

Daniel S. Piche (Foto del FB de Mariano Galán)
   La alcaldía aportó el terreno y el Departamento de Ingeniería del Servicio Cooperativo Interamericano elaboró los planos y supervisó su construcción.       
  La Alcaldía entregó al organismo estadounidense para la construcción 50 mil colones ($20 mil dólares), mientras que los cooperantes aportaron 25 mil colones ($10 mil dólares). En total la obra tendría un costo de 75 mil colones ($30 mil dólares).
  Quedó establecido que “Al terminar la construcción la Municipalidad de Zacatecoluca será dueña, mantendrá y operará el mercado, con el solo fin de hacer bien al público, promoviendo la salud pública, cobrando alquileres solamente para mantener el edificio en condiciones sanitarias y haciendo provisión para mejoras que sean consideradas justas por el concejo Municipal”.
  Para el año de 1946 era el alcalde de la ciudad el contador Mariano Avalos Córdova. Certificó que el documento firmado por autoridades de El Salvador y Estados Unidos, en poder de la municipalidad, era conforme al original. En su período se construyó la obra.

Plaza Maquilishuat (Foto de Asi es mi Pueblo)
    El edificio fue levantado en el extremo poniente de la que, en aquella época, era conocida como la Plaza de los Maquilishuat, aunque ya no tenía ninguno de esos árboles. En el centro estaba ubicado desde 1913 el busto del prócer José Simeón Cañas, rodeado por una verja de metal.
   En 1954 siendo ministro del interior el coronel José María Lemus se emitió el decreto 54 en el que se decía que “por cuestiones de ornato es conveniente que tal monumento sea trasladado  al nuevo edificio de la alcaldía” señalando que fuera en el frontispicio del inmueble. Actualmente (2016) el busto está colocado en los desvíos a Ichanmichen, carretera a Usulután y entrada a Zacatecoluca.
  Paralelamente a la edificación del mercado las mismas instituciones emprendieron la construcción del rastro municipal situado al oriente de la ciudad, en el barrio La Cruz, en un terreno propiedad de la alcaldía a orillas del río Zapuyo. La alcaldía aportó diez mil colones ($4,000 dólares) mientras que el Servicio estadounidense dio quince mil colones ($6,000 dólares).

Inauguración del Rastro (Foto de Asi es mi Pueblo)
   Al contar con un nuevo mercado la alcaldía procedió a elaborar el “Reglamento General de Inspección Municipal de Víveres, Rastro y Mercado de Zacatecoluca” el cual fue aprobado por acuerdo ejecutivo número 2030 del 23 de octubre de 1947.
  En el artículo 32 de esta norma se estableció que “en ningún caso podrá darse en arrendamiento ninguno de los locales del mercado municipal número uno a personas de las razas árabe, palestina, turca, libanesa, china, siria, egipcia, persa, hindú y armenia, aunque estén naturalizados como salvadoreños”
  “Cuando se comprobare que cualquier persona de las antes expresadas hayan infringido esta disposición, obteniendo en arrendamiento locales del mercado número uno por medio de ciudadanos salvadoreños, ya sea a su nombre o al de estos, se exigirá la desocupación inmediata del mencionado local”, concluía el artículo.
  Se fijó una tarifa de 1,30 de colón diario para los locales exteriores marcados con letras de la A a la I situados frente a la avenida Juan Manuel Rodríguez, a otros les cobraban ochenta centavos diarios, para los puestos de cocinas era de cincuenta centavos e incluía servicio de agua, entrepaños, alumbrado, seca platos, mesas y bancos.
  También se reglamentó que los locales se “arrendarían de preferencia a aquellas personas que tengan más años de tener negocios establecidos en la actual Plaza Mercado y plazuela José Simeón Cañas de esta ciudad y estén solventes de impuestos municipales”.  

Mercado No 1 (Foto de Asi es mi Pueblo)
  De esta forma se hacía alusión a la que se le conocía como “La Plaza” construida de lámina y madera, cuyo reglamento venía desde el 18 de octubre de 1908. En el centro quedó la pila con el monumento victoriano, hoy conocido como Venus, donde se sentaban las vendedoras de tortillas para ofrecer ese alimento tan fundamental en la dieta de la población salvadoreña. Frente a ellas vendía fritada Fita Aparicio.
   La plaza estaba rodeada por locales de madera y lámina en los que para la década de los años 50 ocupaban frente a la iglesia parroquial (hoy Catedral) las señoras Toyina Chorro, Angela Ramos, Angela Monteagudo, Antonio Ochoa, Angelina Cruz, Ernestina Martínez, Cristina Medrano y otros comerciantes.
  En el nuevo mercado fueron instalados en los locales de la calle hacia El Calvario el almacén París que administraba Alberto Avalos Córdova, venta de calzado de Martín Regalado, Saturnino Gámez, Sofía Vargas, bazar de Francisco Salomón, refrescos de Tula Roque y la sastrería de Zetino en la esquina donde después quedó Comercial El Pino.
  El rastro entró en funcionamiento suministrando carnes higiénicamente tratadas, que era uno de los propósitos del apoyo estadounidense, las autoridades de salud y la alcaldía. Por el mismo período se construyó la unidad de salud que fue conocida como “La Sanidad”, al sur de la iglesia y al oriente del parque Peña.

Unidad de Salud (Foto de Asi es mi Pueblo)
   El reglamento de inspección en el artículo once señaló que no se permitiría “la venta de carnes de ganado mayor y menor proveniente de otros lugares y su introducción se reputará clandestina”. También se prohibió el consumo e introducción, en el rastro, de bebidas embriagantes. Los matarifes debían obtener una matrícula y presentar un boleto de sanidad.
  Las ventas de carne en el mercado estaban situadas en el extremo norte y esos puestos eran atendidos por Alicia Tenorio, Dora Valle, Amanda Pérez, Lucita Tenorio de Peña, Dora Jovel Orellana, entre otras comerciantes.
  El psicólogo Wilfredo Mármol Amaya escribió en la revista Asi es mi pueblo del 2006: Crónicas de Ayer, en las que mencionó otras personas que vendieron en el mercado entre ellas su madre Carmen Mármol.
  “Cómo no recordar el pasillo de Lázaro Mendoza con sus paquines colgados / la imagen de la niña Chica gallinera y su hija Hermelinda, la niña Teresita Doño, la María Ramos, las Valladares ofreciendo aves, cusucos, iguanas jiota, un poquito más adentro la Quetilla Ramírez y el fresco sabroso de Vinita Doño. / En la sección de cocinas la Jhoni Quintanilla, Ofelia Guadrón, Ana Cabezas, Carmen Mármol, Ricarda Pacheco, Teresa Alfaro”, mencionó Mármol en un poema dedicado a la memoria de esos comerciantes emprendedores.
   Más adelante siguió recordando vendedoras de ropa como Zoila Corvera, Paz Argueta, las frutas de María Colindres, Santiago Ochoa y otras personas que coincidieron con la generación de Mármol Amaya.
  En el interior y en el centro del mercado un camarín con la imagen del Corazón de Jesús acompañó a las comerciantes de aquellos años que durante el mes de junio realizaban los oficios religiosos dedicados a su santo patrono.
  El edificio tenía forma rectangular, quedando su extremo norte frente a la residencia y almacén de don José Hirezi y el lado sur daba hacia el convento de la iglesia de la Virgen de los Pobres.
  Los comerciantes extranjeros también tenían sus negocios en esa zona, al otro lado de la Avenida Juan Manuel Rodríguez. La Esquina norte, opuesta a Hirezi quedaba el almacén de los ciudadanos chinos Jacobo Quan y Miguel Chan, seguía Catalina v. de Salomón, Salvador Canahuati y el salvadoreño Rafael Avendaño que tenía la farmacia Americana.
  Desde esa esquina de Avendaño seguía hacia el poniente un portal. Por las noches en ese sector se colocaba Elvira Flores (La Negra Elvira) con su venta de panes con chumpe, refrescos y cervezas y que hiciera famosa su frase con la que concluía la entrega o no del vuelto:“te juiste papá”. 
 
Elvira Flores (Foto de Asi es mi Pueblo)
  En ese mismo portal seguía el taller de modas de Conchita Zaldaña donde posteriormente estuvo la señora Dora Cárcamo, la clínica del odontólogo Holtenio Díaz, los muebles El Roble y el almacén de la familia Avendaño Juárez.
  Atrás del nuevo mercado quedó por muchos años un predio amplio donde se instalaban las ruedas o juegos mecánicos que llegaban a los festejos de diciembre, sobre todo las que operaban las empresas Flores y Mercedes que contaban con caballitos, sillas voladoras, el gusano, la ola y la chicago.
  La emoción para la niñez comenzaba desde el momento en que entraban los camiones por la avenida Juan Vicente Villacorta cargando todos esos equipos y los trabajadores, que de inmediato se dedicaban a armar cada unidad. Después vendría la primera vuelta, a manera de prueba, que era “la de choto”.
  De las ruedas de caballitos llegaban dos sistemas: los sube y baja impulsada con motor y otra que era empujada por niños que corrían al lado interior de la plataforma. Al alcanzar la velocidad necesaria el trabajador encargado de esa unidad sonaba un pito para que los infantes gozaran unos minutos de la vuelta, parados y sosteniéndose en los pilarillos de metal que soportaban la estructura superior, otro pitazo y a seguir empujando.
  Los parlantes de los juegos mecánicos no paraban de invitar a la compra de los boletos para tener derecho a usarlos, además de emitir la música de moda de esos años interpretada por la Sonora Matancera, Pérez Prado, Pedro Infante, Beny Moré, Tony Camargo y otros artistas.
  Sonaban una y otra vez El año viejo, El negrito del batey, Faltan cinco pa’ las doce, Cien mujeres, Los aretes de la luna, El corneta, El yerberito, La cama de piedra, en fin todo aquel repertorio de los años 50.
  Por tan solo cinco centavos de colón pasaban mensajes de cariño o insinuaciones amorosas a través de aquellos parlantes en los que un locutor decía: “la siguiente melodía va dedicada de parte de ‘fulanito de tal’ para la ‘menganita de cual’. Esperamos que ella la reciba con todo cariño como de parte de quien se la dedica”.
  Y con ese mensaje ya era suficiente para el chismorreo del día siguiente y el consabido enojo de los padres de la “menganita” y la búsqueda del “atrevido” para decirle un par de cosas y que eso no se volviera a repetir.
  Enmedio de aquel jolgorio el mercado y los almacenes seguían su ritmo comercial, mientras que en sus alrededores se ubicaban vendedoras de dulces, manzanas, uvas, jicamas, granadillas, los vinos de marañón, los muñecos de Ilobasco para los nacimientos y otros productos que durante tres semanas cambiaban el ritmo de vida de la población viroleña.
  En otra época del año en ese predio se colocaban los circos México, de Eladio Velásquez (Chocolate); el de Miss Amalia, imitadora de la Tongolele y el Atayde en el que vino la Tilita Padilla, entre otros que rompían la rutina de los viroleños y le hacían disfrutar con sus espectáculos. Claro que las presentaciones nocturnas incluían las exóticas bailarinas que eran el disfrute de los señores que no se las podían perder o tenían que esperar la llegada de otro circo.
  Ese fue al ambiente de una parte del centro de Zacatecoluca para aquellos años de finales de la década de los 40 y el resto de los 50 del Siglo XX. En los siguientes lustros y décadas vendrían nuevos mercados y una mayor actividad comercial.
 

Comentarios

  1. He recordado parte de mi infancia en esta bella cuidad soy de los años 60 pero conoci parte de estas personas y sus comercios,bello reportarje don Rene contreras

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas populares